La increíble historia del avión argentino desaparecido en 1950 y encontrado en Chile
Los restos aparecieron en Chile hace dos años. Tras varias pericias, ahora aseguran que pertenecen al Avro Lincoln de la Fuerza Aérea Argentina que se perdió hace seis décadas. Pero los cuerpos que hallaron no son de sus tripulantes sino de pobladores de hace casi 300 años.
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Gota a gota. Así, fueron apareciendo las pistas y las certezas que confirmaron esta semana el hallazgo de un avión militar argentino desaparecido desde 1950 en el Estrecho de Magallanes. Tras una serie de pericias, Chile acaba de confirmar que los restos encontrados hace dos años pertenecen a un Avro Lincoln, el mismo que despegó el 22 de marzo de hace 61 años rumbo a Tierra del Fuego y que, en medio de un temporal, se lo tragó la tierra. En la aeronave viajaban 11 personas y son ellos los que mantienen el misterio en torno al accidente. Es que los cuerpos hallados en los alrededores no pertenecen a la tripulación sino a pobladores que vivieron hace casi 300 años.
¿Qué pasó con los tripulantes? Eso es lo que aún quieren saber sus familiares.
El Ministerio de Defensa de Chile le comunicó a su par argentino que los restos metálicos que fueron encontrados en un glaciar chileno en 2009 se corresponden con los de un avión "Avro Lincoln de fabricación británica", el mismo modelo con el que el capitán Bautista Mendioroz despegó de la base de Villa Mercedes con destino a Tierra del Fuego.
El informe oficial, que lleva la firma del juez de Aviación de Chile, Wolfram Celedón Mecketh, y del auditor Germán Yuraszeck Glade, indica que "tales restos y el lugar en que estos fueron hallados coinciden con una aeronave y ruta correspondientes a un bombardero Avro Lincoln B - 019 perteneciente a la V Brigada Aérea de la Fuerza Aérea Argentina".
El misterio del Avro Lincoln comenzó aquel 22 de marzo de 1950, luego de que la aeronave hiciera un alto para repostar combustible en Río Gallegos. Realizaba, junto a otros dos aviones, un vuelo de rutina y entrenamiento. Mendioroz iba acompañado por 10 tripulantes: un copiloto, dos navegadores, dos sargentos, dos cabos, dos telegrafistas y un mecánico. Ninguno llegaba a los 35 años.
Tras llenar los tanques, las tres aeronaves despegaron con una diferencia de 5 minutos rumbo a Ushuaia. El día se mostraba óptimo para el vuelo, pero el clima cambió repentinamente y la desgracia se desató. Según publica hoy el diario La Tercera de Chile, "las antenas se congelaron y el vuelo se complicó".
El misterio del Avro Lincoln comenzó aquel 22 de marzo de 1950, luego de que la aeronave hiciera un alto para repostar combustible en Río Gallegos. Realizaba, junto a otros dos aviones, un vuelo de rutina y entrenamiento. Mendioroz iba acompañado por 10 tripulantes: un copiloto, dos navegadores, dos sargentos, dos cabos, dos telegrafistas y un mecánico. Ninguno llegaba a los 35 años.
Tras llenar los tanques, las tres aeronaves despegaron con una diferencia de 5 minutos rumbo a Ushuaia. El día se mostraba óptimo para el vuelo, pero el clima cambió repentinamente y la desgracia se desató. Según publica hoy el diario La Tercera de Chile, "las antenas se congelaron y el vuelo se complicó".
Las palabras pertenecen a Elvio Mendioroz, hijo del capitán desaparecido. "Lo sorprendió la tormenta y lo desvió hacia la zona noroeste, al lado del territorio chileno y este avión, que piloteaba mi papá desapareció por completo. Lo buscaron por el lago Fagnano, pero no apareció", explicó.
Precisamente, luego de que la nave reportara su posición sobre ese lago, entre el límite de Argentina y Chile, se perdió todo contacto. Los otros dos aviones pudieron capear la tormenta y regresaron a Río Gallegos sin noticias de sus compañeros. Tras una búsqueda que sólo trajo fracasos dieron al avión por desaparecido.
Pero el 22 de marzo de 1983, cuando se cumplían exactamente 33 años de ausencia, los deshielos –gota a gota- dejaron al descubierto vestigios de un avión. Una expedición que cruzaba la Cordillera los encontró y empezó a armarse el rompecabezas. Luego, en 2009, un grupo de exploradores halló más evidencias del bombardero: una hélice, ruedas, fragmentos del tren de aterrizaje, fuselaje, relojes de tableros y otros restos de una aeronave dispersos en 300 metros del fiordo Parry.
"Buscábamos rutas turísticas y nos encontramos con esto. Fue impactante, porque además de las piezas metálicas, había restos óseos", dijo Rodrigo Fuentes, uno de los expedicionarios de aquel entonces.
La Fuerza Aérea de Chile abrió una investigación que terminó este año y que acaba de confirmar la coincidencia entre la nave desaparecida y los restos hallados. Lo anunciaron a pocas horas de que se cumplieran 61 años desde la desaparición. Pero la noticia vino acompañada de otra que ensombreció la esperanza de familiares y amigos. Los cuerpos hallados en 2009 no pertenecen a la tripulación. Tras practicarles una serie de estudios, los forenses descartaron que se traten de restos de los tripulantes. Los huesos hallados pertenecen a pobladores que vivieron entre los años 1680 y 1800, casi tres siglos antes.
"No existe ninguna relación entre los restos óseos señalados con los pertenecientes a la aeronave argentina extraviada", aclara la nota enviada por el Ministerio de Defensa de Chile a las autoridades argentinas.
"Nos quedamos descolocados, apenados y le pedimos al gobierno que se investigue periódicamente el área, hasta que los encuentren y los traigan", suplicó Mendioroz hijo que organiza para el próximo verano una nueva expedición en busca de los tripulantes.
Mientras no pierden la esperanza de hallar los restos de sus seres queridos, los familiares suavizan la angustia con un objetivo: repatriar lo que quedó del avión, lo más parecido que tienen a una sepultura.
Pero el 22 de marzo de 1983, cuando se cumplían exactamente 33 años de ausencia, los deshielos –gota a gota- dejaron al descubierto vestigios de un avión. Una expedición que cruzaba la Cordillera los encontró y empezó a armarse el rompecabezas. Luego, en 2009, un grupo de exploradores halló más evidencias del bombardero: una hélice, ruedas, fragmentos del tren de aterrizaje, fuselaje, relojes de tableros y otros restos de una aeronave dispersos en 300 metros del fiordo Parry.
"Buscábamos rutas turísticas y nos encontramos con esto. Fue impactante, porque además de las piezas metálicas, había restos óseos", dijo Rodrigo Fuentes, uno de los expedicionarios de aquel entonces.
La Fuerza Aérea de Chile abrió una investigación que terminó este año y que acaba de confirmar la coincidencia entre la nave desaparecida y los restos hallados. Lo anunciaron a pocas horas de que se cumplieran 61 años desde la desaparición. Pero la noticia vino acompañada de otra que ensombreció la esperanza de familiares y amigos. Los cuerpos hallados en 2009 no pertenecen a la tripulación. Tras practicarles una serie de estudios, los forenses descartaron que se traten de restos de los tripulantes. Los huesos hallados pertenecen a pobladores que vivieron entre los años 1680 y 1800, casi tres siglos antes.
"No existe ninguna relación entre los restos óseos señalados con los pertenecientes a la aeronave argentina extraviada", aclara la nota enviada por el Ministerio de Defensa de Chile a las autoridades argentinas.
"Nos quedamos descolocados, apenados y le pedimos al gobierno que se investigue periódicamente el área, hasta que los encuentren y los traigan", suplicó Mendioroz hijo que organiza para el próximo verano una nueva expedición en busca de los tripulantes.
Mientras no pierden la esperanza de hallar los restos de sus seres queridos, los familiares suavizan la angustia con un objetivo: repatriar lo que quedó del avión, lo más parecido que tienen a una sepultura.
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